Los
futboleros hablamos de la pasión como algo de todos los días, como si eso fuera
un condimento esencial a la condición de amar y observar el juego. Al ir al
cilindro siempre experimenté esa magia, esa sensación hermosa que da cosquillas
en el estómago antes de que el referí toque el pito y empiece a rodar la bocha.
El
25 de mayo de 2015 se jugó la vuelta de los cuartos de final de la Copa Libertadores
en el Juan Domingo Perón. Racing recibía por la vuelta a Guaraní. En la ida el
equipo paraguayo ganó uno a cero, le sacaron roja a Lollo y el gol fue por un
error de Nico Sánchez en el cierre: llegó tarde. Teníamos varios puntos en
contra.
Había
que ganar sí o sí. Con varios cambios en la defensa y un equipo ultraofensivo,
Racing se preparó para dar vuelta el marcador. Desde el primer minuto, Guaraní
esperó y salió de contra. La Academia atacó, dejando a los defensores
paraguayos metidos dentro del área, esperando para sacar el pelotazo. El
nerviosismo se respiraba en la tribuna, que nunca dejó de cantar y alentar.
Llovieron algunos centros al área del local.
A
los 41’ del primer tiempo, Acuña mete una linda patada: amarilla. Racing atacó
con bastante gente y se desorganizó abajo. Un pase quedó corto y Saja le tuvo
que hacer penal a Palau. Roja. No sólo La Academia se quedaba con un jugador
menos, también tenía un penal en contra. El estado enmudeció un segundo, la
incertidumbre se apoderó de cada uno de los que estábamos ahí. Sale El Huevo
para que entre Ibañez, arquero suplente y jugador que había tenido pocos minutos con el equipo titular.
Eran
los 45 del primer tiempo, justo antes de que se termine y se vayan todos al
descanso. Yo creo que un gol en ese momento es determinante. Si te lo hacen
antes del entretiempo, te quiebra como equipo. En este caso, surgió otra
cuestión.
El
estadio entero estaba expectante cuando Benítez acomodó la pelota. Tomó
distancia y pateó. El arquero con una gran volada, atrapó el disparo. El
Cilindro explotó. La gente cantaba y alentaba extasiada. Todos a los gritos,
fue como hacer un gol. Los jugadores se fueron al descanso ovacionados. Durante
esos 15 minutos la tribuna no dejó de alentar, cantar y saltar. Todos bailamos.
El estadio temblaba, se movía de acá para allá y eso hacía que nadie pueda
quedarse quieto.
En
el segundo tiempo Racing peloteó a Guaraní, pero no
alcanzó. El partido terminó en cero y gracias al gol en Paraguay, el aborigen
pasó de ronda. Nadie se fue de la cancha enojado, sabíamos que los jugadores habían
dejado todo y que esta vez la suerte no estuvo de nuestro lado. También me
llevé el recuerdo de la vez que Nelson Ibáñez atajó un penal y tuvo una
actuación superlativa. La hinchada, como siempre, alentando hasta el último
segundo, agradeciendo a los jugadores por jugársela por los colores.
Danilo Zárate Pacheco
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