En diciembre
de 1969, quien esto escribe, tenía apenas, 9 años. Los partidos de fútbol no se
televisaban. Se escuchaban por radio. Y los de Boca, por supuesto, con el
relato de Bernardino Veiga. El domingo 14 de aquél mes y de aquél año, a Boca
le alcanzaba con un empate para coronarse campeón del torneo Nacional. Y jugaba
contra River en el Monumental.
Lo escuché
en una spika, al lado de una planta de rosa, mirando la nada del baldío lindero
a mi casa. Humilde casa de obreros, aún con piso de tierra. Boca comenzó
ganando 2 a 0 con dos goles del “Muñeco” Norberto Madurga. Si la memoria no me
falla, en el arco de River debutaba José “Perico” Pérez. Al final terminó 2 a 2
y Boca campeón. Fue mi primera vez con uso de razón. Inolvidable, por supuesto.
Al otro día,
los diarios (a mi casa llegaban Clarín y Crónica, un lujo) comentaban el título
obtenido y sobre todo, los dos goles casi calcados de Madurga, con la siguiente
frase: “Madurga picó al vacío, esquivó al arquero y convirtió”. Las fotos, eran
elocuentes: “Perico” Pérez, mirando hacia atrás, viendo cómo el “Muñeco”
encaraba –pelota dominada- el arco (que no se veía, porque la toma era un
primer plano del goleador llevando la pelota). Esa imagen fue tapa de “El
Gráfico”. Y a mí, una cuestión comenzó a quemarme la cabeza: ¿cómo se producía
un “vacío”, en una cancha en la que corrían 22 jugadores?
Acentuada
con los años mi proclividad a pensar pelotudeces, comencé a asociar “vacío” con
“agujero negro”. Acabé convenciéndome de un par de conceptos: el mencionado
“vacío” era un espacio ubicado entre el marcador de punta derecho (el 4), el
primer zaguero central (el 2) y el arquero, que en esos años, difícilmente
abandonaba el área chica; por la ubicación del arquero el “vacío” devenía
“agujero negro”, del que emergía sorpresivamente un atacante que venía con
pelota dominada y tiempo y espacio para resolver a su favor cualquier jugada.
En el caso de Madurga frente a “Perico” Pérez, el 10 de Boca la tiró larga
hacia su izquierda, la fue a buscar y definió (con un “Gato” Sessa o un Agustín
Orión, el “Muñeco” hubiese terminado con la tibia y el peroné al hombro, pero
esa es otra historia). El primer guardavalla que le encontró la vuelta al
problema del jugador que picaba al “vacío” y emergía del “agujero negro” fue el
“Loco” Gatti. Naturalmente y según su perfil, el arquero que enfrentaba al
atacante que llegaba solo y con el balón dominado, inclinaba el cuerpo a
izquierda o derecha. De ese modo y de acuerdo al movimiento del arquero, el
jugador la tiraba larga –como Madurga- o gambeteaba corto, pero ganaba en
cualquier caso porque el arquero ya se había jugado. La solución que encontró
Gatti, fue salir del área para achicar espacios, quedarse quieto frente al
atacante, arrodillado y con los brazos abiertos en cruz: así nació “la de
Dios”. También fue el primero en salir a jugar con el pie –como un líbero- cada
vez que la situación lo ameritaba y aprovechaba ese “vacío” para salir con la
pelota hasta la mitad de la cancha, siempre sin marca. Pero esa también es otra
historia.
Pelé buscó
el “vacío” en México 70 y emergió desde el “agujero negro”, ante el majestuoso
Ladislao Mazurkiewicz. Abrió las piernas, dejó correr el balón y lo fue a
buscar por detrás del uruguayo. En ese caso, “O Rey” definió sin mirar el arco
y se lo perdió por centímetros. La misma jugada le hizo el Beto Alonso a Pepé
Santoro, con la enorme diferencia de que el de River, convirtió. Por aquél gol se ganó el muy fugaz mote de “Pelé Blanco” que ni él mismo
se creyó. Está claro que Alonso fue un talentosísimo jugador (especialista en
hacernos goles de cabeza y con pelota naranja), pero estaba a años luz del
mítico Edson Arantes Do Nascimento.
Otro que se zambulló al “vacío” y apareció de pronto
solo frente al arquero, fue el “Pájaro” Caniggia en Italia 90. Pero en está
ocasión más que un “agujero negro” el espacio en la defensa brasilera era el
universo entero. Tal quilombo les armó Diego que nadie sabía ya dónde estaba el
4 o el 2. Después Cani dejó en el camino a Taffarel con una gambeta larga y
definió tranquilamente con el arco desguarnecido. Fue la coronación de la
jugada de Maradona, quien trastabillando delante de su amigo Alemao, alcanza a
poner la pelota en ese lugar exacto, en el que la cancha solía quedar
extrañamente desierta: el famoso “vacío”.
En el fútbol
previsible de hoy en día, donde los partidos se planifican con un ordenador y
cada jugador sale a la cancha, fundamentalmente, sabiendo a qué contrario debe
marcar, es casi imposible pensar en “vacíos” y “agujeros negros”. Así todo
todavía hay delanteros que emergen del “agujero negro”. Y acá les regalo una
reflexión final: para que el delantero sorprenda al arquero mano a mano, tiene
que haber un pasador fenomenal. Alguien que rompa entre líneas y vea lo que
nadie ve. El segundo gol de Argentina contra Costa de Marfil en Alemania 2006
es un ejemplo perfecto: Riquelme mira para otro lado y Saviola pica a espaldas
de los centrales y define de primera. En este caso la espalda ganada es la del
6, no la del 4 y el 2; y además Saviola no necesita gambetear al arquero, lo
vence en un toque. Riquelme en su primer partido en primera, también aprovechó
el “agujero negro” entre el 4 y el 2 de unión, para armar una linda pared con
el Negro Caseres y dejarlo mano a mano con el arquero. El Negro amago con la
cintura para la izquierda pero salió para adentro dejando al arquero
desparramado en el piso.
El fútbol se
volvió previsible. Los diez casi que no existen. Los wines corren y no
gambetean. En realidad, ya casi nadie amaga o gambetea. En fin, como leí alguna
vez en Satiricón: “ya vendrán tiempos peores”.
Mario Dieguez
Mario Dieguez
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