Ya está, es sábado a la noche pero
no me hace falta ver ni un minuto más, escuchar ninguna otra noticia. Que quede
escrito, resaltado y subrayado: a esta primera fecha del fútbol vernáculo le
sobran goles; empalaga, no jodamos. Es obscena, tan obscena como el nombre que
la cobija: Superliga. ¿Super-qué? ¿Liga? Por qué mejor no “campeonato”, como
era el Nacional, El Metropolitano. No jodamos, en serio.
Y encima es “super”. ¿Quién la ideó?
¿Marvel o D.C.? ¿Qué son esos monigotes de pecho inflado y músculos ridículos?
De gesto adusto, como perro cagando contra la neblina. Díganme que salgo en
blanco y negro, pero todavía me quedo con Blas Armando Giunta, a quien el Mono
Burgos comparó con Or-Grund, el personaje del Tony. Así eran nuestros ídolos,
un poco más cercanos, los dibujaban acá nomás, los guionaban tipos que tomaban
mate, aunque escribieran sobre el Imperio Otomano, o el misterioso espacio
exterior. Teníamos ídolos como Dago y el Loco Enrique. Así eran los personajes
que inspiraban nuestra fantasía. Dago le cortaba la cabeza a un par de turcos y
terminaba en lujosos lechos con alguna bonita dama; el Loco sacaba pechito como
Miguel Abuelo y salía a comerse ingleses en Winbledom (según él mismo afirmaba
desde la ventanilla de un colectivo). Y ahora… ¿qué nos quieren vender? ¿Alario
es Batman y Benedetto es Superman? ¿Y si vuelve Ferro serán los Linterna Verde?
Basta, en serio.
No gritemos tantos goles, por el
amor del Diego, que no necesitamos superhéroes. ¿O no se dan cuenta que
Argentina no tiene superhéroes? Lo más cercano es un Superhijitus, que lo mejor
que tiene es a Largirucho al lado. Les concedo un Patoruzú, el indio noble y
bueno que lo mismo soplaba contra un tifón como sofrenaba un tren con una sola
mano. Pero las andanzas del Tehuelche no serían nada sin los delirios
irresponsables del Padrino Isidoro. Terminemos antes de empezar con la
espectacularidad de los resultados tan abultados como esos pechos envasados en
mallas de colores. No jodamos que Hijitus vivía en una lata y el Indio andaba
en ojotas y le entraba al mate que daba calambre.
Hagamos rezongar la bombilla con
resignación como ese delantero que se le va al lado del palo y tiene que volver
a tomar posición entre los centrales. Basta de ataques espectaculares con rayos
X y salgamos a defender lo nuestro. Sí, a defender dije, que goles hace
cualquiera. Pensá un ratito: o no viste a los más espectaculares burros hacer
goles contra los mejores rivales. O no hay delanteros de los llamados limitados
(por no desplegar una lista de eufemismos justo a esta hora), que hicieron
carrera, y algunos hasta se pusieron la albiceleste o embolsaron un par de
verdes de algún club de afuera.
Pero no nos metamos con el laburo de
nadie que no es de Argentino ser ortiva, que nuestros héroes no se ocultan con
máscaras ni capas para después de la faena cruzarse de brazos bien satisfechos
al lado del comisario. Los nuestros tampoco pretenden salvar a la humanidad,
pero saben revolearla de punta para afuera, llegado el caso. ¿Está mal si pido
más revoleos y menos goles? ¿Está mal si se me da por defender ese raro
privilegio del fútbol? Porque a lo mejor no te diste cuenta todavía, pero
dentro de los deportes de equipo el fútbol es uno de los pocos donde el
tanteador puede quedar en cero. “Salió 0
a 0”. La frase no tiene sentido para los yanquis que gritan como locos cada vez
que la pelota naranja pasa por el aro y los ñatos grandotes se ponen a correr
de nuevo. Ahora, yo digo: ¿a dónde van, si cuando llegan ya tienen que pegar la
vuelta? Paremos un poco de correr, a ver si todavía se le da por volver al Loco
Bielsa también. Y vaya uno a saber cómo carajo se puntúa el baseball, por
ejemplo. Si hasta los Simpson se burlan del futbol, cuando en un partido ven a
los jugadores pasarse la pelota y no pasa nada.
Pero pasa un montón en un 0 a 0. O
me vas a decir que te gusta aburrirte contando dobles y triples. Se te va a
acalambrar la mano de tanto dar vuelta las chapas. A ver Yanqui, sentate a
mirar un empate sin goles y después me contás qué se siente. Te digo así, porque
es seguro que el Yanqui te prefiere ver una serie. Pero guarda que a algunos
compatriotas también se les dio por seguir una de esas que vienen por entregas,
y previo pago de abono con crédito o débito (vos fíjate qué puta coincidencia,
¿no’) No vaya a ser que ya estemos perdidos, porque antes empatar que perder;
que el cero ya te lo regala Tata Dios cuando salís fresquito a la cancha.
Entonces hay que cuidarlo muchachos, cómo vas a tirar un regalito del Eterno
así, a la marchanta.
Y viste cómo es, en la serie del
momento siempre pasa algo espectacular, incluso el hecho que ya ves venir,
digamos desde el capítulo tres o cuatro, te parece un descubrimiento
importante. Porque te lo hacen ver como espectacular, salame. Te lo gritan como
si fuera el gol del campeonato, pero vos seguís sin darte cuenta que los tipos
juegan tan mal que cuando te aclaraste la garganta un poco ya viene otro
festejo, y al rato encima se te mete el del pito y te cobra un penal. Haceme
caso, poné el partido y agarrate la cabeza cuando se comen un gol increíble,
cuando el rival te anticipa hasta en el vestuario, puteá cuando los muertos ni
siquiera llegan al arco. Dale, que en las series los muertos reviven y no hay
serie que termine sin tantos. Descansame
bien y estate atento el domingo, que tenemos que salir a defender el futbol. A
defender que no es pecado ni caída de anillos.
Decía el Negro Heráclito (aquel que
le daba por bañarse siempre en un río distinto pero parece seguía siendo
oscuro), que el tiempo es como un niño que juega impidiendo los movimientos de
su rival. Impidamos entonces, metamos la patita hasta el descuento, que hasta
el pensamiento helénico nos avala para ponerla en órbita si es necesario. La
bendición de un cero bien grandote nos ha sido dada y vos me la querés cambiar
por la angustia innecesaria de tener que ir a buscarla adentro un par de veces.
Y todo porque me decís, me garantizás, y hasta me recomendás un gol más; porque
así encima damos espectáculo. Qué querés que te diga, yo no te firmo, ni aunque
me lo jures por La Claudia y las nenas, no soy tan verde.
¿Sabés lo que vamos a hacer? Yo me
voy a quedar sentadito ahí en el banco mirando la práctica con Mourinho; que es
Portugués, tirando a rubio, y no sé en cuántos ríos se habrá bañado, pero que
algo entiende de esto de sumar porotos y levantar trofeos. Me quedo con el culo
aplastado como vos frente al televisor y te miro de brazos cruzados, no te digo
nada, ni una indicación más, te prometo que ya ni te puteo. Pero también te
juro y te recontra juro, que si estamos 4 a 2 arriba y nos meten el tercero, te
mando a vos y a toda esa manga de superhéroes coloridos a la ducha. Y si me
agarrás medio cruzado, hasta te apago el calefón.
Alejandro Horacio Oviedo
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