Sobre este soy yo, de Claudio el Turco García



De pibe lo vi jugar en Racing, en la selección y en Colón. Después le perdí el rastro como a tantos otros futbolistas, pero sí me acuerdo del gol con la mano al Rojo y verlo comer banco en la Copa América con la selección del Coco Basile.
Voy a tratar de escribir más sobre el jugador que sobre el personaje (aunque creo que lo editan más por el quilombo y la falopa, que por jugador) más que nada porque la parte futbolística es la más invisible en el día a día: el esfuerzo, el barrio, la familia, el laburo, los amigos, etc.
Cuenta El Turco que su infancia fue bastante dura. Nació en Villa Fiorito, a pocas cuadras de la casa de los Maradona. Luego de unos años, el padre consiguió un plan de viviendas, y en el 72 se mudan a Lugano 1 y 2. Ahí se crió y arrancó con el futbol. Jugó por guita. Cuando salió campeón Argentina en el mundial del 78, fue a festejar al obelisco. Ya que no tenía abrigos, fue tapado con una frazada. En medio del quilombo y los festejos, tiró la frazada arriba de un televisor y se lo llevó para su casa. El souvenir fue un televisor Grundig pesadísimo. Primer y único choreo.
Medio a los tumbos terminó la primaria y de repente pintó irse a probar a Huracán en joda con un amigo. Quedaron. El viejo lo dejaba en el entrenamiento y se quedaba vigilándolo para que no se escape.
De entrada, El Turco anduvo muy bien y eso le costó ser convocado a las selecciones sub17 y sub20. A Huracán no tanto, el globo descendió el mismo año que El Turco debutó en primera. A pesar del descenso, García quedó en el equipo y firmó su primer contrato, y con este le pudo dar la primera casa a la familia.
En el 86 fue a Velez y se mudó para Devoto, a unas cuadras de la casa del Diego. Ahí jugó con El Cholo Simenone y El Indio Vázquez, entre otros. Metió algunos goles, no era un gran goleador, pero cada tanto te embocaba. Los hinchas del fortín no le tienen gran aprecio.
Después del paso por el equipo de Liniers, lo llamaron del Lyon de Francia, que estaba en la B. En Europa conoció y aprendió a ser un jugador profesional. Ascendió y el presidente del club le obsequió la llave de un auto y un voucher para un restaurant parisino, ya que no había pedido nada como premio por ascender. Luego de pasar 3 años en Francia, lo llamaron de Racing y compraron su pase.
De su paso por Racing, tiene millones de anécdotas y vivencias: la foto con los cortos abajo, apuntando a la hinchada del rojo; el gol con la mano, en un partido rarísimo, suspendido 15 minutos por los fuertes vientos; la final de la Supercopa perdida con baile. En fin, en Racing encontró su lugar y su mejor versión y esto le valió las convocatorias a la selección mayor conducida por el Coco Basile.
Está claro que el futbol en los noventas era otra historia, todo mucho más rústico y los jugadores también. Se fumaba en el vestuario, se salía, se entrenaban tres días por semana si suerte acompañaba. En el medio de todo eso, se gana la Copa América, con grandes actuaciones de Batistuta y Goycochea. El Turco comió banco, delante de él estaban Gabriel Omar y Caniggia. La tenía muy difícil, él mismo declaró que para jugar tenían que caerse los vuelos de los dos ya que ellos estaban en un momento superlativo de sus carreras.
Luego de la Copa América, abrió un bar en Avenida Del Libertador al fondo, Vicente López. Lo llamó CG. Cuenta que el cocinero ganaba más que el barman, hasta que el segundo lo encaró y le dijo “este gana más que yo y no hace nada, si acá no come nadie. Están todos re duros y el único que labura soy yo”. Le tuvo que aumentar el sueldo.
Racing pasó por un mal momento y eso se comió varios técnicos. Hasta lo dirigió el Diego con French, sólo11 partidos. Más adelante, De Stéfano, quien había traído a Claudio García desde Francia, perdió las elecciones con Daniel Lalín. El nuevo presidente no quería al turquito así que arreglaron la guita y lo echaron sin pena ni gloria. Sin partido despedida.
Cuando estaban por cerrar el libro de pases, Claudio se encontró con el presidente de Colón de Santa Fe, habló con el técnico y lo contrataron. Jugó una temporada, vivió la famosa pelea entre Maradona y Toresani en La Bombonera. Hizo algunos goles para El Sabalero y no mucho más. Luego de esa temporada, volvería al club que lo forjó.
Volvió a Huracán, a la casa de mamá y papá, al barrio, a la esquina, a la milonga. Así y todo, jugó unas temporadas más. El club estaba en caída libre hacia la B. El club estaba jodido, sin fondos, entonces vendió a los pibes: Antonio Barijho, Rolfi Montenegro, etc. Y así fue salvando cuentas.
El amor con la casa de papá y mamá se fue perdiendo. La carrera ya daba sus últimos pasos, pasando por algunos clubes de la B: All Boys, CAI de Mendoza. Volvió al barrio y ahí comenzó la debacle definitiva.
En el barrio, arranca la gira interminable de Falopa del Turco García. Vuelvo sobre lo mismo me quedo con el jugador, ese que vi cuando era pibe, más rústico que las piedras, pero que hacía un bailecito cuando metía los goles. El personaje frulero está en el libro.
El libro está bien, El Turco le pone huevo a su vida, a su historia. Como lo hizo con el futbol, cada pelota dividida. Es así, El Turco te la pelea, te lleva hasta el córner y saca un centro con la pierna izquierda, la de palo, y entra el paraguayo Torres y te emboca.
Léelo si sos de Racing o del rojo. El libro está muy bien escrito, el primer capítulo empieza como una novela, y se lee tranquilo como una revista Goles, con un toque de amarillismo para vender. Con la etapa de la falopa, no le crees ni la mitad, como a todo merquero, pero como es El Turco, le dejás pasar varias anécdotas.
Hacia el final del libro hay un Turco renacido. Un sol sin drogas que labura con los pibes. Trabaja reclutando chicos para las inferiores de Racing. Cuenta que su anhelo es dirigir a la Academia y se suma a la fila a de ex jugadores que quieren ponerse el buzo de DT.



Emilio Molares.

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